3 may 2008

Los Elegidos

En mi época de estudiante no sé de qué manera aterrizó en mis manos el libro “El maestro y Margarita”, novela del escritor Mijaíl Bulgákov (un novelón bolo, como diría un amigo mío) y de verdad que tampoco sé como en medio de toda aquella vorágine socialista que vivíamos le puse tanto ahínco a esa lectura.A lo mejor es que, con aquel librito viejo de quincuagésima mano, salieron a flote, desde mi subconsciente, aquellas imágenes escondidas del abuelo escuchando la voz de los Estados Unidos de América mientras abuela asistía a la reunión del CDR, o escuchar a mi papá al amanecer rastreando Radio Mambí en su radio VEF con mi madre pidiéndole que bajara el volumen; a lo mejor, fue el famoso librito unido a tener, cada cierto tiempo, una casa vacía en el barrio después de haberle tirado huevos a los gusanos que decidían, en contra de toda una ideología, abandonar el país o a lo mejor fue el no poderme poner un pulóver traído del yuma (Estados Unidos) con el slogan de “Heno de Pravia”, también pudo haber sido el calor, o solo, puede ser, fui yo, un elegido, para tener en mis manos un libro por años tan escondidamente subversivo y mutilado lo que me lo hacia inevitable, como se me hacia inevitable encontrarle un sentido a la “obligación y el compromiso” con el ese país que nos soportaba.Con el libro en mis manos, interesante por partida doble pues ya habían retirado toda la prensa que oliera a Perestroika de los estanquillos, empezaba a reconocer, aunque me doliera, que no por el hecho de estar escrito en la década del 30, en un país tan lejos física y espiritualmente para nosotros, plasmaba una realidad inevitable, casi idéntica, que nos tocaba a todos en la isla ¿tendría que esperar el mismo tiempo para ver algún cambio en cuba? Me preguntaba. Creo que debido a todas aquellas preguntas que me hacia me aprendí casi de memoria párrafos y citas que repetía entre los amigos para ganarme puntos o impresionar entre los círculos más circunspectos de la elite universitaria, para ese entonces, podría ya decir que a lo mejor mi interés fue solo el libro y su personaje de “Voland”, o, a lo mejor fue la unión de todas aquellas historias del libro con la música que para entonces nos florecía, junto a la farándula, las descargas del museo de 13 y 8, el teatro mas loco, el pelo largo y la policía encima nuestra, pero a lo mejor no, a lo mejor fue solo mi yo que en el entre tanto buscar y buscar, como tantos otros de mi generación, terminaba entendiendo que, inevitablemente mi país, se había dividido sin cura posible como habían dividido también mi alma con la retórica de los que están fuera o están dentro o de los que tenían la posibilidad y los que ni la pensaban, un dúo ( país y alma) divididos por siempre en la simpleza de tomar un bando “los que estaban con el o en su contra”,un país que se derrumbaba dándole al alma demasiadas costas.Entonces todas ellas: la división, las costas o los que se quedan, son de las cosas que mas han “machacado” a los cubanos por tanto tiempo, como lo es el reconocer que muchos fuimos parte de esa división y que inevitablemente cooperamos con ella aunque muy apagados no entendiéramos o compartiéramos los que sucedía, alguien me había preguntado ¿pero no se daban cuenta? ¿Por qué no se oponían?¡Como oponerse, en aquel entonces, a ser uno de los elegidos!, como no ser el mas destacado en la escuela siendo “recomendado” (palabra que definía el mas afín con la causa) o en el centro laboral, para ser aplaudido en las asambleas del “sindicato”, como imaginar oponerse a recibir un estimulo por los “meritos” obtenidos o como oponerse en frente de todos a ser el representante de una multitud ferviente en las “asambleas” del barrio!! Claro está, todos sabían que ser “el elegido” tenia sus consecuencias dolorosas y sus discrepancias, pero no había tiempo para esas pequeñeces, ya habíamos nacido en un momento donde perpetuar al hombre nuevo era lírica, de que manera oponerse entonces cuando, desde hacia mucho, nos habían cambiado los dioses embutiéndonos los himnos y las frases; para bien o para mal no había como evitar todo ello pues crecíamos en un país que inevitablemente amamos mas que otros, pero que por desgracia, con los años, muchos (como yo) nos habíamos dividido tanto en la incertidumbre que abandonábamos el país como abandonamos (antes de empezar) el intento de cambiarnos nosotros por dentro, renunciando también, a que con este abandono romperíamos aun mas nuestras esperanzas.Hoy ya estoy muy lejos, pero no me arrepiento de haberme “fugado” del juego, me ganaron la “pelea”, me hicieron pensar que ya nada cambiaba, que éramos nosotros los equivocados y opté por olvidarme de mis sueños para encontrar unos nuevos mientras otros isleños continúan el juego de la subsistencia, ese es el daño de la división: “yo acá y tú allá, yo digo pero tu no oyes, yo escribo y tu lees otras cosas”, ese es el país que tenemos desde hace mucho, un país en el que el supuesto ideal de los elegidos dañó lo mas sincero con un odio que nace entre en las casas y muere entre los países, un daño profundo, escondido como el que leí alguna vez entre líneas en “el maestro y margarita”, el mismo sigilo que te recome la cabeza en pensar si “el sistema tiene arreglo” cuando de hecho sabemos que no, todos los sistemas son iguales, como lo son también las religiones o los amores, su diferencia está en los hombres, los “elegidos” que quitan, prohíben y confunden para convertir el odio en nombre y apellido que aplaude y consiente el juego y son los mismos, que al final se lamentan, de no ser mas elegidos cuando los reemplazan por otros nombres y apellidos que si responden al llamado, ese es el sistema en que nacimos, el país nos creció para luego empujarnos a definirnos como se define el bien y el mal, la inocencia y la culpa, el valor y la cobardía, “país” que nos empujaba a definirnos entre quedarnos “dentro”sin razón o escaparnos ( los que pueden) de todo lo “bueno” que nos esperaba, para cuando escapes tildarte de: el mal, culpable y cobarde y al mismo tiempo convertirte en el que está “afuera” para muchos, el que se escapó a tiempo y ser uno de los elegidos, por sabe dios quien, en cumplir los anhelos de unos cuantos cuando en verdad aquí, solo somos los no-elegidos que, como tantos otros, se debaten cada día en curar muy dentro de si las divisiones morales o sentimentales, como tratamos también de curar un país , curar una nación, como también nos gustaría cambiar un día “el momento” que fue para no tener que vivir por siempre como aquel Maestro y su Margarita.
A Valdés

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