El cuñito del Minrex, la fábula

Existía en una comarca un cuñito que creció sabiéndose el más importante del lugar, sin él, ningún pliego que se sacara de sus predios valía un céntimo. Por eso, los labriegos, hacían largas filas, inclusive durante la madrugada, para que se grabasen sus pertenencias con el troquel, en muchas aldeas se comentaba de la importancia de ésta impresión en el mundo exterior y por eso, aunque no había decreto real sobre ello, todos pagaban su diezmo.
Un día un mercader que había logrado regresar después de largo tiempo fuera, contaba que todos en otros reinos se burlaban de el al ver sus edictos marcados con una huella que nadie sabia para que servia pero nadie en la aldehuela fue capaz de creerle, por lo contrario, siguieron haciendo largas filas durante días para celebrar y reverenciar esa señal en tinta encima suyo, lo que, según ellos mismos, los salvaría de ser despreciados en otros lugares mientras el cuño sucumbía de la risa.
Moraleja:
Que moraleja? Esto no tiene moraleja.
Hoy he estado revisando todos estos cajones con papeles y certificaciones, traídas de cuba y, que por razones que nadie puede explicar, guardamos como reliquia en lo más recóndito de nuestros armarios, para encontrar en cuatro de los documentos una sola cosa en común: el cuñito del Minrex. Hoy al cabo de unos cuantos años todavía no le encuentro sentido a esto, a lo mejor y es que nunca lo tuvo pero yo no tenía otra opción, de hecho nunca, en lo que a mí respecta, el famoso cuño me sirvió de nada excepto en el poder disparar mis preocupaciones semanas antes de mi salida de la isla. Los que salieron, como yo, después del 2000 se pueden acordar, si es que la rabia no les ha bloqueado esa parte de la memoria grafica, como otras personas nos decían que para irse de cuba había que certificar el titulo, la inscripción de nacimiento y todo lo demás posible para que nos sirviera en el extranjero. Recuerdo también haber hecho cola y haber comprado turnos de contrabando durante una madrugada frente a la oficina del Minrex en G para al día siguiente, y siendo el último suertudo del día, haber pagado unos dólares, no recuerdo cuantos, por el cuño en mis papeles dejando atrás una larga cola que unía en una sola a despistados, necesitados y vendedores, también recuerdo haber visto lagrimas en algunas caras. Hoy me he dado cuenta de que el cuñito no me sirvió de nada, a mi certificación de nacimiento, mi titulo o mis antecedentes nunca los miraron por detrás, pero ya no contaban los dólares y pesos cubanos que gaste en ello, en resumidas yo tampoco sabia si era verdad lo que me decían pero había que hacerlo “por si las moscas”
Moraleja:?
Y dale con la moraleja!!!!!!

A.Valdés